Aquí una hipótesis de trabajo acerca del posible devenir de la guerra entre las fuerzas armadas de Irán e Israel. No se considera por ahora la participación directa de Estados Unidos en el conflicto:
El enfrentamiento militar entre Israel-Irán configura un modelo bélico peculiar donde la disputa se verifica en ausencia de contigüidad territorial y un clara ventaja de los medios ofensivos sobre los defensivos, factores que condicionan las opciones estratégicas de ambos actores:
1. Israel, estratégicamente disuadido de operaciones terrestres o anfibias por la distancia geográfica extrema, recurre al paradigma de superioridad aérea absoluta y bombardeos de precisión masivos. Este modelo –heredero de la doctrina estadounidense– resulta óptimo para fases iniciales de conflicto ("guerra relámpago"), pero depende de ventanas de oportunidad temporales.
2. Irán, igualmente impedido de movilización terrestre directa por riesgos de escalada nuclear y otros varios obstáculos, prioriza la proyección de fuerza mediante enjambres de drones y misiles balísticos/crucero de bajo costo (potencialmente suministrados por Corea del Norte, véase ‘Crónica Militar”).
Su eficacia se maximiza en escenarios de desgaste prolongado mediante “cost imposition strategy”: cada misil iraní de 50 mil dólares obliga el gasto de 3 a 5 millones de dólares en un interceptores Arrow (CSIS, 2023). Según Ynet (15/04/2024), el gasto de 40 Arrow-3 en la primera semana compromete el 18% del arsenal israelí, con reposición limitada a 2 a 3 unidades mensuales.
De esta forma, la transición a la fase de desgaste potencia tres ventajas misilísticas: i. Sostenibilidad. Cadenas de suministro menos complejas; ii. Resistencia. Redes logísticas difusas (ej. Hezbolá); iii. Asimetría psicológica. Un tipo de saturación misilística que degrada o desangra las defensas israelís incluso sin necesidad de destruirlas físicamente. Simplemente tienden a apagarse.
La superioridad aérea israelí mantiene actualmente ventaja táctica, pero su dependencia de infraestructuras fijas (aeródromos, centros de mando) la hace vulnerable ante ataques persistentes.
Por lo tanto, la ventaja estratégica final recaerá en quien optimice la precisión del golpe y la capacidad de resistencia logística, al tiempo de reducir los costos de reposición y desgaste. Como nos ha enseñado la experiencia ucraniana, las guerras de desgaste se libran, en muy buena medida, en la supervivencia y efectividad de las cadenas de suministro.
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